Parafraseando al más grande los escritores, Don
Miguel de Cervantes: En un lugar de mi mente de cuya ubicación no logro
acordarme, es donde debe estar mi inspiración. Llevo literalmente una semana en
blanco sin saber bien que poner para ésta, la primera entrada al blog. Por
tanto, he decidido usar la sabiduría de quienes me han acompañado a lo largo de
mis treinta y cinco años y a quienes me encantaría llamar algún día colegas de
profesión.
Mucha gente cuando han sabido de mi afición literaria,
sorprendidos, me han hecho preguntas que no he sabido responder en el momento, y
que mis “colegas” van a responder por mí, tales como:
—¿Por qué me ha dado ahora por ahí?
“No sé lo que puede llegar, pero
sea lo que sea, iré hacia ello riéndome” (Herman Melville, Moby Dick, 1851).
—¿Por qué ahora?
“La mayor aventura
es la que nos espera. Hoy y mañana aún no se han dicho. Las posibilidades, los
cambios son todos vuestros por hacer. El molde de su vida en sus manos esta
para romper” (J.R.R. Tolkien, El
Hobbit, 1937).
—¿No te asusta?
“No hay vergüenza en sentir miedo
me enseñó mi padre; lo importante es cómo le hacemos frente” (George R.R.
Martin, Choque de Reyes, Canción de hielo
y fuego, 1998).
He de decir que realmente no me
asusta exponerme, pero mentiría sino reconociera que me preocupa que alguien
opine de mis libros lo mismo que Charles Dickens plasmó en Oliver Twist (1837-1839) y que se diga eso de: “hay libros cuyas
partes traseras y cubiertas son de lejos la mejor parte”.
Prefiero pensar que todo libro es
bueno para alguien, personalmente espero que los míos lo sean para muchos. Pues
como escribía Carlos Ruiz Zafón en La
sombra del viento (2001): "Cada libro, cada volumen que ves aquí, tiene un
alma. El alma de la persona que lo escribió y de aquellos que lo leyeron,
vivieron y soñaron con él. Cada vez que un libro cambia de manos, cada vez
que alguien baja sus ojos a las páginas, su espíritu crece y se fortalece".
De entre todas esas personas
curiosas y sorprendidas, me he encontrado a distintos grupos. Siempre están los
que pretenden que sigas con los pies en la tierra.
—¿Te compensa?
“Nada que valga la pena es fácil” (Nicholas Sparks, Mensaje en una botella, 1998).
Pero en este momento lo que realmente me apetece gritar a los
cuatro vientos es:
“Siento que me estoy moviendo
hacia delante a la vez que alejándome de algo, y todo es posible” (Bret Easton
Ellis, American Psycho,
1991).
Luego hay gente que, con la excusa
de darte una dosis de realidad, lo que realmente pretenden es desanimarte. Es esa
gente tóxica con la que todos nos hemos cruzado alguna vez, es aquella que
proyecta sus inseguridades en los demás, a estos últimos les diría que dejen de
ser como El perro del hortelano del
majestuoso Lope de Vega.
“Es del hortelano el perro: ni
come ni comer deja, ni está fuera ni está dentro”.
En contrapunto están los que tienen
demasiadas expectativas y te dicen cosas como cuando seas famosa no te olvides
de nosotros. Y, por último, los que creen que he perdido la cabeza y que cometo
un error, a ellos que creen que:
“Los locos son una terrible equivocación de
la Naturaleza; son las faltas de ortografía de Dios” (Torcuato Luca de Tena, Los
renglones torcidos de Dios, 1979).
Les diré:
“Quizá
la verdadera locura no sea otra cosa que la sabiduría misma que, cansada de
descubrir las vergüenzas del mundo ha tomado la inteligente resolución de
volverse loca” (Torcuato Luca de Tena, Los renglones torcidos de Dios, 1979).
Pero
de todos los consejos prefiero quedarme con la filosofía del gran Stephen King,
y la frase que escribió en Rita Hayworth y la redención de Shawshank (1982).
“Ocúpate viviendo u ocúpate muriendo”.
Si
soy sincera cuando alguien me pregunta ¿Por qué escribo? La verdad es que no lo
sé con seguridad, puede que tenga que ver que me gusta la soledad de la escritura,
o que me divierte o que simplemente no hay una respuesta lógica a esa pregunta y
como dijo el gran Gabriel García Márquez en Vivir
para contarla (2002):
“El
escritor escribe su libro para explicarse a sí mismo lo que no se puede
explicar”.
Y a la incontestable pregunta de, ¿si lo haré por siempre? Dejaré
que conteste Lewis Carroll, con su diálogo en Alicia en el País de las Maravillas (1865).
“Alicia: ¿Cuánto tiempo es para siempre?
Conejo blanco: A veces solo un segundo.”
No soy una gran
comercial y no sé si mis novelas gustarán o no. No sé si tienen la calidad suficiente
para auto-publicarme, pero tengo el descaro, que me da el orgullo de
escribirlas, de pedir que se las dé una oportunidad y puedan alcanzar al mayor
número de lectores, porque hay un autor para cada lector, y la sensación más
maravillosa del mundo es que alguien recupere o inicie el amor por la lectura
tras leer algo que has escrito.
Y como hay que leer
mucho os dejo un último consejo. Quien me conoce sabe que no podría cerrar la
entrada con ningún otro autor:
“Desconfíen
vuestras mercedes de quien es lector de un solo libro” (Arturo Pérez-Reverte, Limpieza
de Sangre. Las aventuras del Capitán Alatriste, 1997).
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